sábado, 6 de octubre de 2007

Praga, la joya de la corona

Por fin, escribo unas líneas desde la inmaculada y bella ciudad de Praga. Decía Goethe que era la piedra más preciosa de la corona de las ciudades europeas, y se quedaba corto. Aquí todo se saborea: las calles empedradas como serpientes infinitas, los tranvías nerviosos, la lluvia traicionera y, por supuesto, la cerveza. Es el caldo vital de toda su actividad; estoy convencido de que el río Moldava, que divide la urbe perpetuamente, es pura y densa cerveza negra. Nada más poner pie en Praga, se percibe un evidente acogimiento, que sin duda surge del visitante, pues los anfitriones desprecian sistemáticamente a todo aquel que no habla checo a nivel de catedrático. Aquí el frío es inversamente proporcional a la simpatía. Es más fácil ver el sol huidizo que una sonrisa o un mínimo gesto de calidad humana. Incluso entre ellos se tratan con cautela, miedo quizás, como si demostrar afecto o alegría fuera un delito penado con cien latigazos. La gente joven, al menos, se muestra más hospitalaria y familiarizada con el inglés. Pero volviendo a la ciudad en sí, es difícil objetar algo. Praga es un lugar hechizado que emana auténtica magia, sortilegios que se inyectan en quien la recorre como una dulce dosis de sosiego. La ciudad encantada. Además del jolgorio o la dicha, parece estar prohibida la fealdad; no hay calle del centro y muchos otros barrios que no tenga una hilera de casas impolutas y llamativas, cada una distinta de la siguiente y la anterior, con un patrón tan poco armónico a veces que eleva el conjunto a una maestra creación. En los rincones se amontonan los hechizos que sin duda levantaron Praga. Es casi alucinógeno ser la savia de sus calles. Los lugareños, tras su rictus impenetrable, deben de padecer lo mismo, aunque lo disimulan muy bien. Según veo, está más de moda pasear con un perro miniaturizado de ojos saltones entre los brazos, o en una bolsa de viaje, donde sea excepto en el suelo azabache, como el resto de los perros del mundo. La próxima vez que salga al exterior haré como ellos, intentaré ocultar con caras de perro la ilusión de vivir aquí, y con suerte alguien me cogerá en brazos y me paseará de lado a lado.

6 comentarios:

Cobo dijo...

Bueno, me alegro de que por fin escribas desde tu nueva casa durante los próximos meses, como de que te haya gustado la ciudad. La gente... ya ibas advertido de cómo eran, supongo que va con el clima. Dicen, también, que luego en el sexo deben mostrar todo eso que se guardan en las relaciones no íntimas; esperamos verificación del hecho.

A ver si podemos ir a visitarte. ¿Cómo están las cosas de precio por hayá en €uros?

Disfrútalo piltrafilla.

Nacho dijo...

Por fin, por fin... esta primera semana ha sido una locura. La visita es obligada, algunas cosas están mucho más baratas y otras más o menos como en España, pero yendo con actitud austera sale bastante bien en general. Por ahora lo disfruto, y sé que seguirá siendo así, pero compartirlo es siempre un goce aun mayor. ¡Os espero!

Anónimo dijo...

Tienes la capacidad de envolvernos con tus palabras. Se paladea el ambiente que describes. Como siempre, me ha gustado. Elena

Anónimo dijo...

Hola, Praga es mucho, mi recuerdo es el de levitar entre tanta belleza, las personas y la naturaleza y las cosas, todo, inagotable, prohibido dormir, imposible parar, te envidio, escibe más, encuéntrame a Kafka.

Anónimo dijo...

Esta es, seguro, una experiencia que nunca olvidarás. No pares, no duermas, camina todos sus rincones (pero sigue escribiendo en tu blog!). Supongo que es imposible descubrir todos los secretos de una ciudad tan antigua como esa, ¡pero no dejes de intentarlo! Y cuéntanos sólo aquello que nuestras mentes estén preparadas para asimilar... Tenéis mucha suerte, muchachos, aquello debe ser como caer presa de un hechizo... al menos durante una temporada.
Nachou, plis, en tu próximo reportaje cuenta algo sobre los curros que os están mandando hacer por allí, tiene que ser muy interesante por lo poco que me habéis dicho. Espero que en poco tiempo tengáis el país dominado y podamos visitaros con todo el privilegio que eso conlleva.
Un abrazo!!

Nacho dijo...

Cuando crucé el Moldava por primera vez me di cuenta de que no podría cansarme de estar en un sitio así, y ahora no sólo pienso igual, sino que veo que seis meses no son suficientes para empaparse de Praga. No se puede dormir, no, y si lo haces sigues flotando, en las nubes que casi siempre observan la urbe. Es mejor levitar sobre las personas, por si su apatía fuera contagiosa. No sé como Kafka podía hallar tanto pesimismo en estas calles. Pronto hablaré de los trabajos y de varias curiosidades que hacen aún más pintoresca esta piedra preciosa. Gracias a todos por comentar!