Hay que joderse. Estaba preparando un post con la música como telón de fondo -que pensaba escribir este mismo fin de semana-, pero me veo obligado a redactar antes este otro, que desgraciadamente también versa sobre el tema musical.
Nada más llegar a casa leí un dato horrible sobre una noticia que vi esta misma mañana leyendo el periódico en el tren. No le presté apenas atención; trataba sobre un accidente de moto ocurrido ayer, uno de tantos, en el que murió un hombre cuya identidad no se desvelaba. Sin embargo, hace poco terminé de saber que el motorista accidentado era Alberto Madrid. Muchos no sabréis quien era, pero si conoceréis su entorno de trabajo. Alberto fue el baterista de la banda madrileña Sôber (una de las pocas de su género con éxito comercial en España). Actualmente tocaba con Savia, junto a Carlos Escobedo, ex-vocalista de Sôber.
Leí la noticia y, la verdad, me jodió muchísimo y sentí una gran pena. No tuve la suerte de conocer a Alberto personalmente, pero sí disfrute de su talento en directo hace unos años, cuando Sôber ofreció un concierto en Majadahonda. Recuerdo en especial un solo de batería que me puso los pelos de punta. Todos lo aplaudimos con rabia, tras quedarnos anonadados oyéndole. Alberto era uno de lo más grandes bateristas españoles, sin duda alguna.
¿Cómo se puede lamentar una pérdida con una relación inexistente? Evidentemente, no es igual que perder a alguien cercano -ese dolor se sitúa en otra dimensión- pero de algún modo mi vínculo con Alberto existía, aunque él lo desconociese. Si bien no podía admirarle como persona -y no dudo de su calidad humana- sí lo hacía como músico. ¿Cuantas veces habré intentado imitarle, baquetas en mano? Innumerables. Me encantaban y siguen encantando sus ritmos. Como es lógico, de mi batería no se desprendió jamás la magia que él lograba extraer de la suya. Alberto era un virtuoso, eso es innegable. Tal vez por dedicarnos al mismo instrumento, o por la humildad con que llevaba ser uno de los grandes artistas del panorama musical, siento profundamente la muerte de Alberto Madrid.
No he visto rastro alguno en los medios de comunicación sobre esta triste despedida (he visto varios periódicos e informativos), así que tengo una razón más para publicar esta carta de adiós. ¡Ah, qué distinto habría sido de haber muerto Bustamente, Dani Martín o cualquier otro "músico" de pacotilla que no le llegaría ni a los tobillos! Lo de este país ya roza lo lamentable. Por lo menos, los que apreciabamos su trabajo o al menos la música de verdad, sentiremos no volver a escucharle o verle disfrutando sobre el escenario. Una verdadera lástima.
Allí donde estés, Alberto, un fuerte abrazo.
Descansa en paz.