miércoles, 28 de noviembre de 2007

Los países majos

He hallado, en un rincón del continente, una aproximadísima recreación de la vida idílica que podría describirse en cualquier novela de ficción, y es real, sí, vívida y fehaciente; existe. Sólo he paladeado una porción de tan suculento pastel, Groningen, y he regresado a las heladas estepas de centroeuropa con ganas de empacharme de él en cuanto me vaya de aquí. Nunca es desagradable volver a Praga, por supuesto, pero tras integrarme entre los holandeses los checos me resultan aún más incomprensibles y deshumanizados, como máquinas irascibles programadas para no excederse en gentilezas o buenos gestos. Allí sólo me encontré caras amables, sonrisas, hospitalidad, angloparlantes y modales refinados. ¡Así da gusto! Las ancianas te tratan como si fueras su propio nieto, hasta el más rudo vendedor ambulante te desea buen fin de semana, y seguro que los maleantes -si los hubiere- te atracan con un por favor adelantado y gesto dulce. Se mastica tranquilidad por sus calles, armonía, todo es una maquinaria engrasada con la lógica del bienestar, y parece funcionar de maravilla, según pude comprobar. Las bicicletas tienen tomada la ciudad, son una plaga benigna que añade sabor al entorno, lo embellecen con su desordenado modo de amontonarse en cualquier farola o esquina, y lo desintoxican de humo y ruidosos vehículos. De todas las drogas que circulan por Gronigen atropelladamente como los glóbulos rojos de un hemofílico, la más placentera debe de ser seguro la de pedalear, que viene a ser causa y efecto en sí misma. Sin dos ruedas y un sillín no eres nadie, sólo un lento peatón entre balas de aluminio. A las afueras se encuentra un lugar digno de mención y reiteradas visitas en todas las estaciones, pues en cada una ofrece un aroma peculiar e inimitable: este lago, inmenso, que muestra la fotografía. En otoño se componen sobre él unos atardeceres incandescentes que poco tienen que envidiar a la luz emputecida de la Praga crepuscular, y el aire desatado durante el ocaso provoca en la hierba crecida de su ribera un engolfamiento parecido al del Moldava a la altura de la Isla de Kampa. Un paraíso auténtico, una ensoñación, sólo se comprende sentado junto a él, especialmente a la sombra del molino que lo vigila minuto tras minuto. Aquí poco podría añadir sin quedarme corto en la evocación de su magia. Es una pieza más de un cautivador asentamiento humano, pero de humanos empeñados en desprenderse de las más deleznables actitudes de su condición. Imagino que a quien lea esto le entrarán ganas de acercarse a visitarlo, y no dudo que los disfrutará, pero he de reconocer que se me hinchan los dedos con apetitosas palabras, porque descubrirlo junto a alguien que ya lo conoce y lo aprecia profundamente hace de la visita algo todavía más trascendental y delicioso, y si dicha guía tiene demás la manía de hechizar sistemáticamente todo cuanto pisa o maneja, se salta al territorio de las experiencias imborrables. Pero puedo asegurar que nadie desterrará de sus recuerdos una incursión por Groningen, aunque aviso que tiene un peligro latente; es como el Amazonas, si uno va, es posible que nunca vuelva de allí.

2 comentarios:

pequeña esquimal dijo...

Qué gran título!!! Y esas viejecitas, esos maleantes... jeje, magníficas metáforas y comparaciones, como tan bien se te da hacer. Los lugareños, las bicis, las drogas, el lago... has hecho que todas las piezas de este puzzle en forma de gran queso amarillo se enlacen en perfecta armonía. Y como colofón, la alusión a la guía (sabía que no podía faltar... y me encanta). Es realmente hermoso que compartas todas tus experiencias con los demás, porque con la emoción y pasión con que nos describes tu mundo, a culquiera le entras ganas de vivirlo en sus propias carnes. Aunque nos conformamos con que tú nos los cuentes. Enhorabuena compañero!

Nacho dijo...

Jeje, gracias por tu visita compañera! Ha sido estupendo descubrir ese mundo contigo, porque me mostraste rincones que cualquier recién llegado nunca vería. Pero ya digo, todo lo que pueda contar es poco, y sabes bien que eso hay que verlo en vivo y en directo. Me he dejado mil piezas por encajar, mil detalles, soy consciente de ello, son tantos! Tendré que volver a los países majos a desintoxicarme de la grosería checa :)